miércoles, 19 de agosto de 2009

conversaciones

No llevo muy bien a la gente que habla sin parar. Y aunque se intente mandar señales educadas de que ya está tocando a su fin la supuesta conversación, no lo perciben y siguen y siguen como el conejito de Duracell....

Mi táctica inicial es silencio absoluto, porque digo yo que se agotará el tema cuando vea que no hay interlocutor... Fracaso rotundo. Son capaces de enlazar un tema con otro hasta el infinito. Y no lo digo por decir. Me baso en hechos reales y recientes.

Entonces me entra un pánico tremendo existencial. ¿Cuánto tiempo voy a tener que perder, estando allí en un monólogo travestido de diálogo por su parte? Porque ya que llevo un rato aguantando y haciendo méritos de educado no le voy a meter un bocinazo, derribando todo el armazón de paciencia con que me he revestido.

A continuación empiezo un viaje astral sobre mis cosas, desatendiendo completamente el asunto, y me siento como un perro atado por una cadena invisible de palabras sin fin. “¿Pero no se podrá callar?” Por lo visto ni quiere ni sabe ni puede. Y yo sudando y sufriendo con visos de repetir la próxima vez que le dé cuerda.

Como soy un cobarde no se lo puedo decir personalmente, así que me desahogo por escrito y espero no ser tan pesado.

2 comentarios:

Anele dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anele dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.