Tras la masiva e incontrolada ingesta de bebidas con un cierto contenido de alcohol, el día después está siendo malo, tirando a muy malo. Según he abierto los ojos, me he jurado a mí mismo, como tantas veces, que no lo vuelvo a hacer. Cierta sonrisa de satisfacción mitigada por un mal cuerpo de órdago. Boca pastosa. Estómago revuelto. En serio, no lo vuelvo a hacer. Ya sé que es mentira, pero es lo procedente.
Y es que con la edad, puedo dormir poco o beber mucho, pero no las dos cosas a la vez. Por eso ahora soy un fantasma que destila whisky por los poros y se va arrastrando. Como no todo va a ser tan lamentable como mi aspecto, el día –laboralmente hablando- está me está respetando hasta el momento. Mi tiempo de reacción cerebral tiende a infinito. Estoy medio cataléptico. Casi tengo que llamar a los bomberos para que me saquen de la cama. Después de la ducha... Épico.
Anoche, fue divertido. Nos dedicamos a abrazarnos con desconocidos, bailar, torear coches con banderas, mandar mensajes... De hecho casi la lío otra vez mandando a quien no debo. Varias confusiones. Medias lunas brillantes en el recuerdo. Generosidad a raudales, todo como si no costara. Bueno una vez cada 44 años, no está mal. A ver si pillo la siguiente Eurocopa.