martes, 5 de mayo de 2009

Cata

La semana santa fui a una sesión de cata de vinos. Pues sí. Me dio por ahí. ¿Que hay crisis? Pues aquí estoy yo que lamentablemente tengo el dinero por castigo (pero muy poco). Así que como no iba a salir de pobre y me apetecía desde hacía tiempo me presenté voluntariamente a gozar del alcohol.
Probamos cinco vinos: un cava, un blanco de Navarra, un Ribera, un Rioja y por último un vino semidulce. Éramos siete alumnos poco avezados tratando de explorar con los cinco sentidos el fluido fermentado. Fue divertido, aunque para que yo reconozca los olores terciarios provenientes de los taninos del roble americano, con recuerdos de pimienta, voy a tener que beber mucho. De todas maneras se podría calificar de éxito, porque no derramé ninguna copa. Eso –y no exagero- aunque parezca poco, en mí es mucho.

La verdad es que es divertido. Una de las cosas que más me llamó la atención es que durante una hora y media no me ocupé ni preocupé de nada más que disfrutar. Olvidé las tensiones inesperadamente. Y aunque parezca mentira, sí se aprende a reconocer olores y sabores, algo poco trabajado habitualmente.

Debo señalar que la profesora era una chica de unos 32 años de origen francés que había aprendido a hablar castellano en Argentina. Mezcla exótica y altamente recomendable. De hecho si puedo me apuntaré a la próxima cata aunque sea de Don Simón.

1 comentario:

Thedarksunrise dijo...

Tiene pinta de ser divertido a la par que instructivo y, por qué no, útil. Ande, demuestreme sus conocimientos y recomiéndeme un buen vino xDDD Besisss