viernes, 24 de abril de 2009

Odio rellenar


Me he analizado y he llegado a esta conclusión. El concepto “rellenar” no es compatible con mi simpatía. Detesto rellenar el salero, la aceitera o el depósito del coche. Los muy ladinos esperan a que no tenga tiempo o mucha hambre para presentarse ante mí repentinamente llenos de aire y vacíos de contenido.

En el caso del aceite el vinagre y la sal además montan una confabulación clarísima. Si no es uno es otro. No soy capaz de tenerlos todos llenos simultáneamente. Y lo intento, pero como el manto de Penélope, por la noche se vacían.

Además debido a mi pulso y mi sueño cuando me toca rellenar botes de cristal con cereales, nescafé o similar, (qué paradoja, para que no se derrame tan fácilmente desde el continente habitual) monto la de San Quintín. Por supuesto, cuanto más prisa, peor. Agradezco -y más lo deben hacer mis congéneres- que Dios no me haya llamado por el camino de la investigación con probetas o peor aún de los tédax.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así de rapidillo...

Te entiendo perfectamente...yo he tenido que rellenar...
Dos saleros.
Cuatro tarros: café, sal, azucar y lentejas. Mientrás con los dientes sujetaba la maguera de la gasolina.....ufffffsss...te entiendo perfectamente. No doy a basto.

Nefertary....Y encima con gafas de sol.