martes, 4 de marzo de 2008

Fundación Lázaro Galdiano



El domingo de este pasado fin de semana hacía un día tan primaveral que decidí salir a disfrutar de él, sin saber muy bien a donde. Fui sólo, lo cual es agradable de vez en cuando. Quería ver una exposición en la Juan March, pero cuando iba por Serrano, me paré en la fundación Lázaro Galdiano. Para mi deshonra, he de confesar que nunca había estado allí, de hecho, no sabía muy bien quién era este prohombre.

Lázaro Galdiano (Beire, 1862, Madrid 1947) fue un editor navarro y un coleccionista compulsivo. Afortunadamente para él –y para nosotros hoy en día- millonario. Así que satisfizo su peculiar afición sobradamente. El edificio es de principios de siglo, historicista encargado al arquitecto Juan de Urioste. Como hay cosas que nunca cambian, se enemistó con el promotor, le echaron y la obra la dirigió un tal Joaquín Kramer. En 2001 se ha hecho una profunda reforma del museo. (Villamil pintó numerosos frescos en el interior. Lo recuerdo porque da nombre a la calle donde vive un amigo mío. Sé que no es muy glamouroso, pero la idea para recordar fechas, nombres, etc es relacionar conceptos). Es una enorme joya desconocida.

Tiene de todo un poco: marfiles, monedas, pinturas, esculturas, joyas tanto españolas como europeas... Yo no soy ningún experto, pero había objetos verdaderamente deliciosos, por ejemplo en joyas: un nautilo engarzado con joyería de plata, copas de jaspe verde, huevos de ónice... Cuadros seductores de grandes pintores tanto conocidos como menos famosos. A mí me emocionó el retrato de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, escritora clandestina que tiene un porte señorial espectacular. El autor es Joaquín Madrazo. También tiene un retrato pequeño de la escuela de Leonardo, el Salvador, un Jesucristo adolescente. Un ser andrógino, delicado y seductor. En principio fue atribuido a Leonardo, era la joya de la colección. Cuando se descubrió que era de uno de sus discípulos, la venta de los póster y postales correspondientes, cayó en picado. Y es que a veces las cosas nos gustan porque nos dicen que nos tienen que gustar... Aunque lo pretendamos, no tenemos un criterio propio, sino impostado. Esto salvando las distancias nos ocurre en campos tan peregrinos como el cine. Nos gusta más o menos (filmográficamente hablando) un tipo como Bardem en función de la visión política que tengamos. Si soy de izquierdas, me parece un actor sublime y comprometido. Aunque después de lo que ha dicho de Bush y Estados Unidos, quizás el mérito lo tenga la Academia por premiar a alguien independientemente de su visión política. (¿Será esto posible?)

En cualquier caso quería destacar a uno de los guías del museo. (Hay visitas guiadas los domingos y sábados a las 11 30) Un señor sesentón, bien vestido y voluntario. Era tremendamente didáctico ver un señor entregado a una causa, que es difundir conocimiento gratuitamente, porque se había jubilado anticipadamente y consideraba su deber promocionar la cultura, igual que el Sr. Lázaro Galdiano cedió la colección. Humilde y voluntarioso. Él hablaba con respeto y ternura, de un reloj que Lázaro regaló a su mujer, Paula y al que le cambió los números por letras, para que siempre “todo el tiempo” se acordara de él. Nos aconsejaba seguir su ejemplo de fijarse en los detalles y del amor a su esposa. Y es que a los espíritus materialistas como el mío, nos impacta el conocer filántropos de clase media. Personas que como favor piden que se difunda “entre los amigos y los enemigos, porque así al coincidir en algo puede que dejen de serlo” la existencia del museo. Ésto te lleva a recuperar la fe en el ser humano.

En el museo Lázaro Galdiano, no sólo hay joyas de naturaleza muerta. Va por usted maestro.



http://www.flg.es/

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